lunes, 17 de mayo de 2010

El Defensor




A partir de esta sexta y séptima semana de pascua la Iglesia nos invita a que nuestra atención se concentre cada vez más en lo cercana que se hace la promesa del Hijo de Dios, es decir, el envió de su Espíritu Santo.

No hay mejor camino para enamorarnos del Espíritu Divino que escuchar a Jesús como predica de su presencia, su eficacia, sus dones y esto es lo que nos ofrece el texto del evangelio hoy y de estos días.

Vemos como Jesús nos entrega al defensor, al que acompaña a la Iglesia en el largo camino que se extiende entre la primera y la segunda venida de Cristo, para continuar su presencia entre nosotros. Jesús educa a sus discípulos y nos educa a nosotros, invitándonos a escuchar su palabra y a contemplar su rostro, ya que nuestra condición humana está marcada por variadas situaciones.

En algunos momentos, por crisis que nos conducen a la soledad o a la angustias entre otras. Jesús nos dice: “Les enviaré al Paráclito, el Defensor que os enviare desde el padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre” (JN 15,26). Jesucristo sabe también que a veces requerimos de guías, de personas que nos den ejemplo, que estén acompañándonos, defendiéndonos, iluminando nuestro caminar. Por eso nos lo envía. Es más, estoy convencido que Jesús no mandará su Espíritu Santo a unos desconocidos, lo enviara a los suyos, y esta es nuestra tarea, convertirnos en los verdaderos discípulos para así gozar de su compañía perpetua.

Por tanto en éste mundo en donde existe tantas situaciones que nos alejan de Dios, como son. Las injusticias, el rencor, el odio, la venganza, la intolerancia, etc. nosotros como novicios y discípulos de Jesús, tendremos que fijar nuestra mirada en él; en lo que él dice y hace, pues solo así lo haremos presente en el día de hoy atreves del testimonio de vida.

Aquí el texto Bíblico nos lanzar una pregunta: ¿Qué nos corresponde a nosotros a sumir desde nuestra realidad, desde nuestro proyecto de vida, desde nuestra familia y comunidad, para continuar caminando con Cristo?
Para responderla, sugiero cuatro puntos, el primero de ellos es:
Dejar que el Espíritu Santo dado por Jesús, obre en nosotros.
Quien nos impulsa a dar testimonio.

¿Cómo sabemos si el Espíritu Santo obra en nosotros? Pues sabemos hermanos que existen variadas respuestas, una de ellas podría ser: el servicio, el servicio de una forma es como tú y yo servimos valga la redundancia al otro, que es tu hermano y amigo, también cuando sirves a Cristo y te compenetras con el carisma de la Orden de Predicadores; pero ¿qué es el servicio? El servicio es dialogo, tolerancia, compartir en las buenas y en las malas, es orar junto, es reír y a la vez llorar, etc. Espíritu Santo es “Dador de vida”. Y cuando tu y yo preservamos la vida, la promovemos, la respetamos, la valoramos, allí estamos haciendo presente el Espíritu de Dios.

Segundo: Dar testimonio, de lo vivido con Jesús. Por tal razón nosotros por estar junto al resucitado estamos llamados a comunicar esa experiencia a los demás, sobre todo a los necesitados.
Tercero: Mantenernos fieles; es decir: ser perseverante para así permanecer en el amor de Dios a pesar de las dificultades. Nuestra experiencia en el resucitado nos alimenta, nos permite seguir en la vocación y aunque nos excluyan, nos persigan y nos injurien como la misma palabra de Dios nos dice, nosotros sabemos que estamos en el camino verdadero, el de Dios.

Cuarto: Recordar y practicar la Palabra Dios en mi contexto. Ante tanta maldad del mundo, Jesús quiere que sus discípulos es decir, nosotros estemos preparados contra las situaciones adversas, como la que vive nuestra iglesia hoy, gracias al cumplimiento de la promesa de su hijo Jesucristo de enviarnos al defensor para dar testimonio de él en el espíritu de la verdad revelada en su Palabra, la cual nos conforta y orienta.

Para finalizar esta corta homilía traigo a colación la memoria de San Antonino de Florencia obispo y confesor de la buena nueva de Dios. Como obispo, en su tiempo, se comprometió a seguir a Jesús de una manera radical, así también nosotros lo debemos hacer. Este santo nos invita a ser bondadosos, sencillos y amantes a la oración a vivir la tradición de la orden de una manera que nos enriquezca cada vez más para dejar así que el Espíritu de Dios obre y haga maravillas en cada uno de nosotros.

Pidámosle a Dios que la fuerza de su santo espíritu inunde nuestra alma con sus dones y con sus frutos y que esta espera gozosa de su venida sea para nosotros motivo de encuentro personal e intimo con nuestro Padre Creador de la mano de nuestra Madre la virgen María y al estilo de nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán.
Amen