NUESTRA MISIÓN


Un acarreador de agua tenía dos grandes vasijas para llevar el agua a casa de su patrón.
Una vasija era perfecta y llegaba a casa llena de agua. La otra tenía algunas grietas y llegaba medio vacía. Ésta avergonzada le dijo un día a su patrón: "Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedo entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir".
El acarreador le dijo a la vasija agrietada: "Cuando regresemos a casa, quiero que mires las bellas flores que crecen a lo largo del camino". Así lo hizo. Vio las flores pero aún así se sintió apenada.
El aguador le dijo: "¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y sembré semillas de flores por donde tú ibas para que las regaras todos los días y así he podido recoger estas hermosas flores para la mesa de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, con todos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.
Jesús se dirige a Jerusalén donde la gloria y el fracaso, la vida y la muerte están en juego.
Lucas nos dice que Jesús envió por delante a setenta y dos mensajeros para que prepararan a los habitantes de las ciudades y pueblos por donde iba a pasar.
Setenta y dos no es un número matemático, simboliza que la misión es universal, simboliza a toda la iglesia y a todos los cristianos.
Todos, ustedes también, son enviados como embajadores de Cristo para preparar los corazones y así puedan dar la bienvenida a Jesús que quiere visitar nuestras calles y barrios.
Ustedes y yo, a pesar de nuestros fallos, somos hoy esos setenta y dos. Jesús cuenta con nosotros para llevar el agua de su amor a todos los hermanos.
Venimos a la fuente, a la iglesia, para llenar nuestro tanque con el entusiasmo y la fe, para recordarnos que la mies es mucha y los obreros pocos. Sería estupendo si además de ganarnos el pan de cada día honradamente fuéramos testigos de Jesucristo de palabra y de obra.
Me decía un feligrés que durante la semana solía compartir el evangelio y la homilía con los compañeros de trabajo. ¿A qué es bonito? El domingo llena el tanque y luego riega a los otros en el camino de la vida. Les invito a hacer lo mismo esta semana.
La misión es universal. Es mi misión, su misión, la de todos, "Jesús los envió de dos en dos".
Vemos a los hermanos de otras religiones ir de dos en dos ofreciendo una Biblia nueva, una iglesia nueva, una fe nueva.
Para nosotros "de dos en dos" significa más que una manera de hacer prosélitos o proclamar el mensaje.
Para nosotros "de dos en dos" significa que la fe tiene que ser vivida en comunión con los hermanos, que la fe, la eucaristía y la salvación no es un asunto privado sino que pertenece a toda la comunidad.
A veces oigo a la gente que dice: yo rezo, yo creo en Dios, incluso bailo para Dios…
El "yo" tiene que disminuir y el "nosotros" tiene que crecer, si queremos hacer el trabajo de Dios. Aquí, en la asamblea eucarística, brilla el nosotros ampliado y santificado por Jesús que nos reúne y nos envía a todos como obreros de su cosecha.
Jesús los envió y nos envía sin dinero, sin talega…
Y nos envía como corderos en medio de lobos para recordarnos que siempre necesitamos escuchar, mirar y seguir al pastor, a Jesús.
Para hacer el trabajo de Dios no necesitamos poder ni millones ni doctorados ni mucho equipaje… Para hacer el trabajo de Dios necesitamos el poder de Dios. Una profunda relación con el que nos envía es más importante que cualquier otra cosa. Los discípulos tienen que recordar que es Dios quien tiene que trabajar a través de nosotros. Nunca debemos caer en la tentación de creer que la misión y el éxito es nuestro. Todos somos pecadores, tarros agrietados y el agua de la salvación que llevamos es obra de Dios.
"Paz a esta casa" sea su saludo. Este fue el saludo de Jesús. Paz es plenitud, armonía, bienestar, amistad con Dios y con los hermanos. Paz es la gran bendición de Dios. Y la tenemos que llevar a todos y ser felices constructores de la paz.
Nosotros somos tinajas agrietadas y nos usa de diferentes maneras.
No deberíamos avergonzarnos de nosotros. No es cuestión de cuanto valemos o de cuán perfectos somos, es cuestión de disponibilidad.
La gente adquiere muchas habilidades. En el servicio de Dios hay una habilidad que es la más grande y necesaria de todas. La disponibilidad. Si no estamos disponibles para Dios, por más habilidades que tengamos no sirven de nada.
Hay personas que piensan que Dios no las puede usar porque no tienen grandes habilidades o talentos especiales.
Dios nunca nos preguntará por nuestras habilidades, sólo nos preguntará si estamos disponibles para trabajar para Él, para ser su embajador.