domingo, 29 de julio de 2012


Hola Herman@s: Todos sabemos lo que significa el pan. Entre otros aspectos, nos trae connotaciones de bienestar. Nos recuerda que, el trabajo, nos procura aquello que más necesitamos para seguir adelante: el pan de cada día.

El sabor a pan marca también el evangelio de este domingo. El secreto de la generosidad no está en la abundancia sino en la bondad del corazón. Constantemente nos encontramos con personas acaudaladas que son inmensamente tacañas y, por el contrario, con gente con escasos recursos económicos que son tremendamente espléndidos.

Y es que, la buena voluntad, es lo que nos hace grandes, solidarios, cercanos y sensibles a las carencias de los demás. Cuando existe la buena voluntad, está asegurado el primer paso para alcanzar un corazón grande. Es el todo, aun teniendo poco.

Para muestra un botón; un Jesús consciente de la necesidad de aquellos que le escuchaban. Eran personas con hambre de Dios pero, como humanos, con ganas de pan recién amasado. Las dos carencias, supo y quiso satisfacer con mano providente. Jesús les dio el pan del cielo y les multiplicó a manos llenas el pan que requerían para seguir viviendo.

¿Qué hubiera ocurrido con aquellas personas si Jesús no hubiera salido al frente de aquella necesidad? ¿Hubieran desertado? ¿Se hubieran quedado famélicos y decepcionados? Tal vez. Pero, el Evangelio, nos habla del auxilio puntual de Jesús. En su mano se encuentra la bondad misma de Dios. Es un Dios que salva al hombre de sus angustias.

Que aprendamos esta gran lección: la felicidad no reside tanto en el tener cuanto en el compartir. Cuando se ofrece, el corazón vibra, se oxigena, se rejuvenece. ¿Sirve, al final de la vida, un gran patrimonio que no ha estado inclinado o abierto al servicio de alguien o de una buena causa cristiana?

Todos, cada día, debiéramos de mirar nuestras manos. No para que nos lean el futuro, cuanto para percatarnos si –en esas horas- hemos realizado una buena obra; si hemos ofrecido cariño; si hemos desplegado las alas de nuestra caridad; si hemos construido o por el contrario derrumbado; si nos hemos centuplicado o restado en bien de la justicia o de la fraternidad.

Si, amigos. Cada día que pasa, cada día que vivimos es una oportunidad que Dios nos da para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por los demás.

Al fin y al cabo, en el atardecer de la vida, nos examinarán del amor. Dejarán de tener efecto nuestras cuentas corrientes. Nuestras inversiones. Nuestros apellidos y nobleza. Nuestra apariencia y riqueza….y comenzará a valer, su peso en oro, las manos que supieron estar siempre abiertas.

Que así sea.

jueves, 7 de junio de 2012


Hola Amig@s: A lo largo de los siglos y, aún hoy, se han llenado miles de páginas con el fin de entender el Misterio que hoy celebramos. Pero no es suficiente con hacer cálculos y demostraciones. Es necesario ver el sentido, el “para qué” del Dios Trino. Más allá de la lógica formal encontramos un Dios derramándose sobre nosotros, abrazándonos, besándonos…

Por tanto, la clave para entender en qué consiste la Trinidad no es más que la relación que existe entre ellos, pues las palabras que utilizamos para referirnos a ellos ya son relación. El Verbo es la Palabra, la expresión, el diálogo de Dios y el Espíritu Santo es el amor de los dos, es inspiración, aliento, beso, gemido, suspiro de Dios, no es sino el susurro de dos que se aman.

La relación mutua es tan profunda y radical que hacen que lleven a la unidad y se conviertan en un solo Dios-comunión, en un solo Dios-amor y en un solo Dios-relación. Como dice Ernesto Cardenal, este es el dogma del amor.

El misterio de que Dios no es solo, de que es Unión, y comunión, y comunidad, y familia. Dios es amor pero no un amor egoísta sino de entrega; no es amor propio sino mutuo, porque Dios es Mutuo. Si Dios fuera solo Unidad sería totalmente solo, sin generación, estéril. Esta es la clave que nos debe llevar al entendimiento y sobre todo a hacer vida esto que creemos ya que nuestra fe no es una fe de misterios sino de un único misterio el de la solidaridad y donación de Dios a la creación y concretamente a nosotros, al ser humano. Así de sencillo. 

Ante este misterio del Dios único conviene la actitud de los discípulos que aparece en el evangelio. Hay una traducción aceptada por los críticos que dice así: “Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado”. Nosotros, como los discípulos, hemos dudado de Dios, le hemos abandonado buscándonos otros diosecillos o buscándonos a nosotros mismos. Hemos sido infieles. Pero siempre tenemos una oportunidad para volvernos hacia él, para reconocerle como nuestro único Dios y para adorarle. ¿Por qué no hoy? Ellos vivieron una transformación interior que les hizo pasar de la duda a la adoración. Esa transformación también es posible para mí en el día de hoy.

Que así sea.

sábado, 19 de mayo de 2012


Hola Amig@s: Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de “hacer discípulos” que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser “testigos” de lo que han vivido junto a él. Marcos lo resume todo diciendo que han de “proclamar el Evangelio a toda la creación”.

El mandato de Jesús es para todos: “proclamar el Evangelio a toda la creación” de que Jesús está vivo, ha resucitado. Anunciad que Dios nos ama. Que estamos redimidos, que estamos salvados”; una buena noticia que hace falta que la conozcan todos, y todos la acepten.

La tarea es ardua y urgente; pero Jesús ha prometido su ayuda: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin”. Esa es la gran esperanza y la gran confianza: no estamos solos.

La Iglesia ha comenzado; el Reino de Dios ha comenzado con Jesús, pero aún está pendiente de su culminación. Tarea que Jesús nos ha dejado como encargo.

Por eso me atrevo a decir: que la descripción que hace el evangelio hay que interpretarla de una manera simbólica. No es que Jesús “subiera” a ninguna parte, porque el cielo no es un lugar, sino una situación distinta: es estar junto a Dios; y Dios no está ni arriba ni abajo. Es una manera de hablar que significa que Jesús ya no está corporalmente entre nosotros. Su vida terrenal ya acabó. Lo mismo que terminará la nuestra, y tendremos la oportunidad de gozar de la cercanía de Dios. 

Por tanto, nos movemos siempre en el gran misterio de Dios, pero también en la virtud de la fe y de la esperanza. Jesús murió, resucitó y está en el cielo. Nosotros moriremos, resucitaremos y esperamos estar en el cielo. Jesús es el Hijo primogénito del Padre, que nos marca el camino. El camino es toda su vida. Para nosotros el camino es seguir a ese Jesús.

Que así sea.

domingo, 6 de mayo de 2012


Hola Amig@s: Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: "Permaneced en mí". Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él no podrán subsistir.

Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí". Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.

Jesús emplea un lenguaje rotundo: "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos". En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada". Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.

Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que "sus palabras permanezcan en ellos". Que no las olviden. Que vivan de su Evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida".

Por tanto, el domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. No dice que Jesús sea la cepa y los discípulos los sarmientos como realidades separadas. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva.

Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene que continuar hoy en nosotros.

Todos participamos de la misma Vida de Dios que descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos y con Dios. La religión, o nos conduce a esa experiencia de unidad o se queda en programación externa que ni nos enriquece ni nos salva.

Que así sea.

sábado, 28 de abril de 2012


Hola Herman@s: Yo soy la resurrección y la vida. Yo soy la luz. Yo soy el camino. Yo soy el pan de vida… El evangelio de Juan define a Jesús con estos Yo soy que nos remiten al Éxodo, a la zarza ardiendo de Moisés. Hoy, en este evangelio que hemos proclamado, Jesús se define como “Yo soy el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, que conozco a mis ovejas y las mías me conocen”.

Jesús es el Buen Pastor porque nos conoce, nos ama, nos cuida, nos guía y siente lástima de los que andan como ovejas sin pastor.

Si Jesús se define como el Buen Pastor es porque hay malos pastores. Los contratados, los funcionarios, todos aquellos para quienes el rebaño del único Pastor no lo consideran suyo y ejercen su ministerio más como un modus vivendi que como servicio al rebaño de Jesús.

En este mundo lleno de ruidos y de voces, de opiniones e interpretaciones de lo divino y de lo humano, ¿cómo distinguir la voz del Buen Pastor de la voz de los pastores?

Jesús es el Buen Pastor y es también la puerta del redil, puerta para entrar y salir porque Jesús no nos ata, nos deja y nos quiere libres.

Jesús nos invita a salir de Egipto, tierra de la esclavitud y de la muerte y nos invita a entrar en la tierra prometida, tierra del perdón y de la vida, puerta de la Resurrección “y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.

Nosotros, los aquí reunidos, aceptamos a Jesús como nuestro único Buen Pastor, venimos a la iglesia a escuchar su voz para poderla distinguir de las otras voces, para que nuestro yo egoísta e idólatra no tape la voz de Jesús y para que las maravillosas seducciones del mundo no eclipsen la voluntad de Dios. Escuchar a alguien es signo de amor.

Jesús tiene otras ovejas que no son parte de su rebaño. Cada día son más en nuestro país, en nuestras familias, las personas que salieron por la puerta del redil en busca de otros pastores.

No nos toca a nosotros anatematizar, juzgar y excluir. Sólo Jesús es juez y nos llama a abrir la puerta de su redil a todos. Las iglesias atrincheradas en sus reductos tienen que superar sus seguridades, renunciar al monopolio de la verdad y ser puertas abiertas a todos. Tal vez Dios sea la oveja pérdida que nosotros hemos echado fuera y tenemos que buscar para ser verdadera iglesia de Jesús.

Que así sea.

viernes, 20 de abril de 2012

Hoy necesito más de ti.


Hola Amig@s: Los relatos evangélicos lo repiten una y otra vez. Encontrarse con el Resucitado es una experiencia que no se puede callar. Quien ha experimentado a Jesús lleno de vida, siente necesidad de contarlo a otros. Contagia lo que vive. No se queda mudo. Se convierte en testigo.

Los discípulos de Emaus “contaban lo que les había acontecido en el camino y cómo le habían reconocido al partir el pan». María de Magdala dejó de abrazar a Jesús, se fue donde los demás discípulos y les dijo: “he visto al Señor”. Los once escuchan invariablemente la misma llamada: “Vosotros sois testigos de estas cosas”; “como el Padre me envió así os envío yo”; “proclamad la Buena Noticia a toda la creación”.

La fuerza decisiva que posee el cristianismo para comunicar la Buena Noticia que se encierra en Jesús son los testigos. Esos creyentes que pueden hablar en primera persona. Los que pueden decir: “esto es lo que me hace vivir a mí en estos momentos”. Pablo de Tarso lo decía a su manera: “ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí”.

El testigo comunica su propia experiencia. No cree “teóricamente” cosas sobre Jesús; cree en Jesús porque lo siente lleno de vida. No sólo afirma que la salvación del hombre está en Cristo; él mismo se siente sostenido, fortalecido y salvado por él. En Jesús vive “algo” que es decisivo en su vida, algo inconfundible que no encuentra en otra parte.

Su unión con Jesús resucitado no es una ilusión: es algo real qué está trasformando poco a poco su manera de ser. No es una teoría vaga y etérea: es una experiencia concreta que motiva e impulsa su vida. Algo preciso, concreto y vital.

El testigo comunica lo que vive. Habla de lo que le ha pasado a él en el camino. Dice lo que ha visto cuando se le han abierto los ojos. Ofrece su experiencia, no su sabiduría. Irradia y contagia vida, no doctrina. No enseña teología, “hace discípulos” de Jesús.

El mundo de hoy no necesita más palabras, teorías y discursos. Necesita vida, esperanza, sentido, amor. Hacen falta testigos más que defensores de la fe. Creyentes que nos puedan enseñar a vivir de otra manera porque ellos mismos están aprendiendo a vivir de Jesús.

domingo, 11 de marzo de 2012

SEGUIDORA FIEL DE JESUS


Hola Amig@s: Hoy te hablare un poco de una persona importante para nuestra vida como cristianos. Quiero comenzar diciendo que los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el "Magníficat" brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

domingo, 12 de febrero de 2012


Hola Herman@s: Al oír la primera lectura y la explicación sobre las consecuencias sociales y religiosas de la lepra en tiempos de Jesús, nos quedamos horrorizados. Pero pensándolo un poco, ¡qué hipócritas somos! ¿Acaso no mantenemos hoy dosis de marginación mayores que las del tiempo de Jesús?

Jesús se pone al servicio del hombre. Lo que tenemos que hacer es servir a los demás como hace Jesús. Dios no tiene nada que ver con la injusticia, ni siquiera cuando está amparada por la ley, sea humana o divina. Jesús se salta a la Ley, tocando al leproso. Ninguna ley humana, sea religiosa, sea civil, puede tener valor absoluto. Lo único absoluto es el bien del hombre.

El valor de cada persona es absoluto en sí, no depende de ningún aditivo ajeno a ella misma. Pero para la mayoría de los cristianos sigue siendo más importante el cumplimiento de la ley, que el acercamiento al marginado.

También seguimos teniendo una actitud contraria a la de Jesús, cuando consideramos a otros ‘apartados’ de Dios porque han ‘pecado’, o nos sentimos nosotros mismos apartados de Dios porque no hemos cumplido con las normas. Como para los fariseos del tiempo de Jesús, la ley sigue estando por encima de las personas.

Seguimos temiendo a un Dios, que sólo nos acepta cuando somos puros. Seguimos creyendo en un Dios legislador y leguleyo. Ese no es el Dios de Jesús. No creo que haya uno solo de nosotros que no se haya sentido leproso y excluido por Dios. El pecado es la lepra del espíritu que es mucho más dañina que la del cuerpo.

Es un contrasentido que, en nombre de Dios, nos hayan separado de Dios. El evangelio de Jesús, es sobre todo buena noticia sobre Dios. El Dios de Jesús es Padre y es Madre porque es Amor. De Él, nadie nunca se tiene que sentir apartado, excluido.

La experiencia de ser aceptado por Dios, es el primer paso para no excluir a los demás. Pero si partimos de la idea de un Dios que excluye, encontraremos mil razones para excluir en su nombre. Es lo que hoy seguimos haciendo.

Seguimos aferrados a la idea de que la impureza se contagia, pero el evangelio nos está diciendo que la pureza, el amor, la libertad, la salud, la alegría de vivir, también pueden contagiarse. Este paso tendríamos que dar si de verdad somos cristianos.

Seguimos justificando demasiados casos de marginación bajo pretexto de permanecer puros. ¡Cuántas leyes deberíamos saltarnos hoy para ayudar a todos los marginados a reintegrarse en la sociedad y permitirles volver a sentirse seres humanos!

Que así sea.