sábado, 14 de agosto de 2010

SEGUIDORA FIEL DE JESUS.



Los evangelistas presentan a la Virgen con rasgos que pueden reavivar nuestra devoción a María, la Madre de Jesús. Su visión nos ayuda a amarla, meditarla, imitarla, rezarla y confiar en ella con espíritu nuevo y más evangélico.

María es la gran creyente. La primera seguidora de Jesús. La mujer que sabe meditar en su corazón los hechos y las palabras de su Hijo. La profetisa que canta al Dios, salvador de los pobres, anunciado por él. La madre fiel que permanece junto a su Hijo perseguido, condenado y ejecutado en la cruz. Testigo de Cristo resucitado, que acoge junto a los discípulos al Espíritu que acompañará siempre a la Iglesia de Jesús.

Lucas, por su parte, nos invita a hacer nuestro el canto de María, para dejarnos guiar por su espíritu hacia Jesús, pues en el "Magníficat" brilla en todo su esplendor la fe de María y su identificación maternal con su Hijo Jesús.

María comienza proclamando la grandeza de Dios: «mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava». María es feliz porque Dios ha puesto su mirada en su pequeñez. Así es Dios con los sencillos. María lo canta con el mismo gozo con que bendice Jesús al Padre, porque se oculta a «sabios y entendidos» y se revela a «los sencillos». La fe de María en el Dios de los pequeños nos hace sintonizar con Jesús.

María proclama al Dios «Poderoso» porque «su misericordia llega a sus fieles de generación en generación». Dios pone su poder al servicio de la compasión. Su misericordia acompaña a todas las generaciones. Lo mismo predica Jesús: Dios es misericordioso con todos. Por eso dice a sus discípulos de todos los tiempos: «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Desde su corazón de madre, María capta como nadie la ternura de Dios Padre y Madre, y nos introduce en el núcleo del mensaje de Jesús: Dios es amor compasivo.

María proclama también al Dios de los pobres porque «derriba del trono a los poderosos» y los deja sin poder para seguir oprimiendo; por el contrario, «enaltece a los humildes» para que recobren su dignidad. A los ricos les reclama lo robado a los pobres y «los despide vacíos»; por el contrario, a los hambrientos «los colma de bienes» para que disfruten de una vida más humana. Lo mismo gritaba Jesús: «los últimos serán los primeros». María nos lleva a acoger la Buena Noticia de Jesús: Dios es de los pobres.

María nos enseña como nadie a seguir a Jesús, anunciando al Dios de la compasión, trabajando por un mundo más fraterno y confiando en el Padre de los pequeños.

domingo, 8 de agosto de 2010

¿Es para mí o es para los demás?

Siempre es más fácil escuchar las campanas que suenan por otros que las que suenan por nosotros. A veces, en la vida ordinaria, se dan detalles en los que no nos detenemos pero que soy bien curioso. ¿Nunca te ha sucedido? Alguien te está llamando y tú no oyes nada, hasta que alguien te dice: “¡oye, te están llamando!” Reacción: “¿A mí?” Como si cuando llamamos a alguien siempre llamamos a los otros. Nos resulta difícil darnos por aludidos.

La actitud de Pedro, en este texto de Lucas pudiera pasar desapercibida, y sin embargo me resulta sumamente curiosa y hasta cuestionadora: “Señor, ¿todo esto lo has dicho por nosotros o por todos?” ¿Lo has dicho por nosotros o por los demás? Siempre es más fácil escuchar las cosas que afectan a los demás que aquellas que nos afectan a nosotros personalmente.

Es más fácil escuchar la Palabra de Dios para los demás que no escucharla como dicha para nosotros mismos:
¡Qué bien le viene esto a mis hermanos de comunidad!
¡Qué bien le viene esto a tal familia!
¡Qué bien le viene esto a fulanito!
Diera la impresión de que la Palabra de Dios siempre le viene a medida al resto, menos a nosotros mismos.

Recuerdo haberlo escuchado siendo estudiante. Había en Mompos un sacerdote muy célebre, porque era de los que no tenía pelos en la lengua. Y decía las verdades a pedradas. Un día parece que habla sobre los ricos y debió de ponerlos bien en su sitio.
Y había una Señora ya mayor, que según decían ni sabía lo que tenía de lo rica que era. Y se encontró con un sacerdote de nuestra comunidad y muy suelta de lengua le dice: “Padre…. ¿ya escuchó el otro día a Don Claudio? ¡Qué cosas dijo contra los ricos, Padre, y qué bien dichas! Los ricos para ella eran los otros, no para ella que se pudría en dinero.
Es posible que no en la misma medida pero que a muchos de nosotros nos suceda lo mismo. Escuchamos por otros y para otros. Y a nosotros ni nos salpica.

¿Que hay violencia en el mundo? Ah, pero de eso tienen la culpa los otros.
¿Qué hay hambre en el mundo y muchos se mueren porque no tienen qué comer? Ah, pero de eso tienen la culpa los otros. A mí que me registren.
¿Qué hay muchos ancianos abandonados? ¡Vaya hijos los de hoy!
¿Qué hay enfermos a quien nadie visita? ¡Es que la gente hoy solo piensa en ella misma! Claro, yo no soy gente.
¿Qué la gente hoy no colabora? Es que hay demasiado egoísmo. Pero yo no muevo en dedo.
¿Que la Iglesia anda mal? La culpa la tienen los curas.
¿Que muchos abandonan la Iglesia? Eso es culpa de los de arriba.

Todos los demás son los culpables. Nosotros los inocentes.
Lo difícil es escuchar la Palabra de Dios como dicha para mí.
Lo difícil es sentir el dolor de los demás como compromiso para mí.
Lo difícil es ver esas fotos de niños con hambre como enviadas para mí.

Señor, cuándo proclamamos tu Palabra ¿es para mí o es para los demás?
Señor, cuándo vemos los pecados de tu Iglesia, ¿soy yo culpable o los demás?

Dios habla a todos. Pero me está hablando a mí.
Dios habla a todos. Pero se dirige personalmente a mí.
¡Qué fácil me resulta como novicio interpretar la Palabra de Dios para los amigos que siguen el blog!
¿Pero la interpreto primero como dicha para mí?
Jesús dijo un día que si no creían a sus palabras, creyesen al menos a sus obras.
La mejor predicación de la palabra será cuando los demás la puedan leer en mi vida.
El mejor anuncio de la solidaridad será cuando me vean solidario a mí.
El mejor anuncio de la comprensión será cuando me vean a mí comprensivo con todos.
Mi mejor homilía será aquella que los amigos del blog puedan reconocerlo en mi vida.