sábado, 26 de junio de 2010

SEÑOR, SI QUIERES, PUEDES SANARME.

¡El leproso se dejó tocar por Jesús! Ésta es la prueba de su fe en el Señor, pues al ser una persona que era rechazada y considerada impura, a quien nadie podía tocar, él creyó, permitió que Jesús le tocara y por consiguiente le sanara.

Es curioso que se le ordene no contar a nadie su curación, cuando en realidad ésta sanación fue realizada en presencia de muchas personas, muchos la habían visto… quizás lo que quiere Dios es conservar el secreto Mesiánico, por el cual se nos permite descubrirlo, permitir y propiciar un encuentro personal con Él.

Mamita María, mujer llena de Amor, enséñame a dejarme amar por Dios, pues la mayoría de las veces me cuesta ser dócil, descubrir su amor, soy demasiado desagradecido y ciego para ver la acción de nuestro Señor en mi vida, sé tú quien alabe a Dios por mí en todo momento, quien mire por mí y a través mío a todas las almas y todas las maravillas por las cuales el Señor me manifiesta su amor y ternura. Amén.

...SEÑOR, NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI...


“Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme” es así como nos expresamos antes de comulgar, cada vez que vamos a la Santa Misa a recibir su Cuerpo y Sangre… Señor, acaso es este miserable ser, digno de permitir que sea tu Sagrado Cuerpo y Preciosa Sangre quien habite en él. No, ciertamente que no soy digna de ser morada Tuya, pues cada vez que entras en mí es como poner un tesoro en un lugar degradante, allí donde no está adecuado el espacio para exhibirlo como se merece. Pero Tu, Jesús, que eres de corazón humilde y amoroso, vienes a mí, que soy nada, a entrar para dar brillo a mi casa, para conmoverme y hacer lo posible cada día para adecuar el espacio para que sea merecedora de recibirte, a Ti, que eres el mejor Tesoro que un alma pueda tener, que eres el Rey del universo y para el que todo debe ser perfecto. Reconozco Señor que no soy digno, que esta casa aún no está lista para recibirte, pero al tener tu Santa Presencia en mi comprendo que aceptas esto porque sabes que te necesito, que eres Tú quien adecuará este lugar en donde quieres morar por siempre, hasta lograr que no sea yo quien viva en mi, si no Tú, Dios y Rey del universo…

“…Mientras te pierdes en mis labios, tu gracia va inundando todo mi corazón por esa paz que me llena de alegría mi ser…”

Así como el centurión, quiero tener la fe necesaria para comprender que me sanarás de toda enfermedad física y espiritual, a tal punto que llegue a quedar totalmente limpio y apto para recibirte cada día; porque como decía el profeta Isaías: "Él quitó nuestras dolencias, y llevó sobre Sí nuestras flaquezas", esto para hacernos verdaderos hijos de Dios, esos que lo tienen todo y no les falta nada.

María, tu fe fue tan grande como el Hijo que mereciste llevar en tu seno, alcánzanos, Mamá, la gracia de poder tener una inmensa fe en tu hijo Jesús para conseguir de Él todo lo que en oración pidamos, no sólo para nosotros sino también para los demás, porque nuestra oración debe ser antes que por las propias necesidades, por las de los otros, pues así como Jesús sólo se ocupaba de los demás así también nosotros, Mamá quisiéramos estar al servicio del prójimo. Amén

martes, 22 de junio de 2010

LO QUE TÚ ME ENSEÑAS SEÑOR.


El Señor nos enseña que no debemos dar las perlas a los perros ni a los credos porque lo echaran todo a perder, la perlas son las cosas santas de Dios, la palabra de Dios; el mensaje del evangelio, el mensaje de la Buena nueva que Cristo nos ha encomendado a llevar a todas las naciones. Pero si Cristo nos dice que hagamos discípulos suyos a todos los pueblos entonces ¿cómo no le vamos incluso a dar las perlas a los cerdos o perros?

La clave y solución está en la respuesta de las personas las cuales no son cerdos y perros por el hecho de su pecado sino por el hecho de su desprecio a lo divino, es decir aunque el hombre este perdido en el pecado y se halla desfigurado pareciéndose más a un cerdo o perro que a un hombre hijo de Dios, el Señor siempre está dispuesto a luchar por él y a rescatarlo de la inmundicia que se encuentra. El problema está cuando el mismo hombre con su libertad decide no recibir a Dios, no quedará otra cosa que orar por él pues el Señor ante todo es un caballero y respeta la libertad y por otro lado en ese momento de desprecio es donde se convierte en el verdadero perro y cerdo que pisotea las cosas santas.

Oh Madre Santa enséñanos a apreciar las cosas santas, a amarlas y darlas a los demás.

¡A ti madre querida, enséñanos a amar!