domingo, 10 de octubre de 2010

GRACIAS SEÑOR JESÚS...


La escena que nos trae el evangelio de hoy tiene mucho que ver con nuestra relación con Dios. Cuesta verse agraciado con una serie de dones que no hemos pedido ni sudado pero que se nos han otorgado. Hay que saber vivir el agradecimiento a este Dios que nos ha dado todo. Con Dios, tendemos más a pedir y cumplir que a agradecer y vivir.

Desde pequeños se nos enseña a dar las gracias cuando alguien nos regala algo o nos ayuda. “¿Qué se dice?” Solemos decir a los niños para que ellos esbocen un “gracias”. En la formación religiosa, por desgracia, se nos enseña más a pedir cosas a Dios, como si fuese el genio de una lámpara maravillosa, más que a sentirnos continuamente agradecidos por todo lo que de Él hemos recibido.

Para los cristianos es de vital importancia la acción de gracias; agradecer a Dios todo lo bueno que hay en nuestras vidas. Pero, ¿puede haber algún caso en que realmente no haya nada que agradecer? Incluso cuando las cosas se tuercen podemos encontrar algún motivo para sentirnos agradecidos, aunque sea complicado y no quiero decir que tengamos que dar gracias porque se han torcido las cosas pues entonces en vez de agradecer estaríamos negando la bondad de Dios, que sólo quiere cosas buenas para nosotros aunque tiene que respetar nuestra libertad y asumir nuestra finitud. Pero bueno, en condiciones normales, con el día a día, ¿le damos gracias sinceramente a Dios?

En cuanto al evangelio, el interés del pasaje no recae sobre el milagro en sí, sino sobre la postura de los agraciados, en particular sobre uno de ellos, el samaritano. Se quiere presentar la diferencia entre la religión judía y la primera comunidad cristiana. El fundamento de la religión judía era el cumplimiento de la Ley. El cumplimiento de la ley garantizaba que Dios cumpliría su promesa de salvación. En cambio, para los cristianos, lo fundamental era el don gratuito e incondicional de Dios; al que se respondía con el agradecimiento y la alabanza.

Diez leprosos viven y mendigan juntos el sustento de su vida. Uno es samaritano. La común desgracia les ha hecho olvidar sus diferencias y odios raciales. Acuden a Jesús pidiendo auxilio y salud, Él accede a su petición pero deben ir a presentarse a los sacerdotes para que certifiquen si realmente están o no curados y dejen así de estar apartados de la sociedad. Solo uno, el samaritano, se dejó llevar por el impulso vital y volvió a dar las gracias. Los nueve restantes, los judíos, se sintieron obligados a cumplir lo que mandaba la ley.

Cuando se pone la ley por encima de la normalidad, cuando el cumplimiento lleva la voz cantante aplasta cualquier atisbo de sentido común. Nuestra relación con Dios no puede perder esto de vista. No podemos regirnos por el cumplimiento como si viviésemos coaccionados y observados en todo momento. La ley no nos puede acogotar ni adocenar. Sabemos de nuestras limitaciones, intentamos superarlas y desde ahí tenemos que orientar nuestra vida espiritual.

Por otra parte, si nos paramos a pensar, es tan grande el Misterio amoroso de Dios que de nuestro interior no puede brotar otro sentimiento que el de un profundo agradecimiento al Padre, que ha derramado sobre nosotros todo el caudal de su gracia, de su favor. Dios nos ha sacado de nuestra finitud, ha abierto nuestros horizontes. Por ello, el ser humano debe alabar al Creador en la creación, agradecer todos los dones que nos ha otorgado.

Termino con unas palabras de San Agustín: «¿hay algo en este ser animado que no sea digno de adoración y alabanza? Todos ellos son dones de Dios, yo no me los di. Todo esto son bienes, y todo esto soy yo. Por consiguiente, el que me creó es bueno, él es mi bien, y salto de gozo en su honor por todos los bienes por los cuales yo era niño». Desempolvemos, pues, el verbo “agradecer” y tengamos cada día más claro que Dios nos quiere por lo que somos no por lo que aparentamos a fuerza de cumplir leyes que ni entendemos ni vivimos.

1 comentario:

  1. Gracias toda nuestra vida es un regalo de Dios y ha de convertirse en una alabanza constinua a Dios todo cuanto poseemos y tenemos nos viene de El como un regalo a un esos momentos dificiles si lo sabemos mirar con la mirada de Dios sabremos sacar cosas buena para nuestro bien un saludo enCristo Jesús

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